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La parodia que realizó Pollo Castillo de escena homosexual en Juegos de Poder | Publimetro Chile
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Tu Correo. Mensaje Opcional. Enviando noticia, espere un momento Alerta de Spoiler. Esa visión alienada tiene una función vital y necesaria para los grupos estigmatizados. No es difícil constatar que los hombres heterosexuales tienen que aprender a actuar como tales. Sin embargo, no consideran que la masculinidad sea un estilo.
No son conscientes de estar encarnando un modelo social, o una ficción política, como dice Paul B. Las vicisitudes sociales de la subjetividad gay nos llevan a la generalización y expansión de la categoría de drag , puesto que el drag , al menos en una de sus manifestaciones, simboliza que la indumentaria visible, social y masculina, es un disfraz, que a su vez evidencia que todo el sistema de papeles sexuales es una representación, una función.
Es una forma de defensa personal. El camp no es tan solo una herramienta de apropiación cultural o una forma de reciclar retales de la cultura mayoritaria. También es productivo, un impulso creador por derecho propio, una estrategia para disputar la dominación social. En las fiestas gay: entre el glamour y el humor, entre los jóvenes hermosos y las reinas del camp. Es allí donde hay que estudiarlo.
La oposición bello-camp nos ayuda a comprender por qué la cultura gay es tan incompatible con el sexo. La cultura gay es el lado femenino, la otra mitad es el masculino. La masculinidad es excitante y la feminidad antierótica, por lo que las reinas no se resultan atractivas entre sí, aunque sí les atraen los jóvenes bellos.
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La familiaridad, el reconocimiento entre gays, suele echar a perder ese anonimato, genera desilusión erótica, pero permite la amistad. A nuestros ojos él es el atleta, el paracaidista, el vecino de al lado. Deja de ser pura belleza para convertirse en camp. Pasa a ser una hermana y dejamos de acostarnos con él.
Entonces, es como si el camp se vengara de la belleza a causa del poder que esta tiene sobre los gays. La oposición entre el bello y el camp se corresponde exactamente con el contraste entre glamour y desgracia. Los drags masculinos se especializan en imitaciones mixtas de feminidad glamorosa y desgraciada. A través de la identificación con la feminidad que no es erótica , los gays consiguen combinar los valores opuestos de camp y belleza que dividen la cultura gay.
La feminidad sirve como una especie de identidad simbólica para los gays. El camp es una estrategia de resistencia frente al poder. Se define por la conciencia de estar atrapados en una irrompible red de relaciones entre los significados y el poder, y por la idea de que, pese a que el régimen de significación heteronormativa es inalterable, sí se puede alcanzar una cierta independencia con respecto a él.
Subjetividad gay sin psicología
No es posible destruir los papeles sociales y los significados dominantes, del mismo modo que no se puede eliminar el poder de la belleza, pero se pueden socavar y deconstruir. Podemos aprender a no verlos de forma heterosexual. Su control sobre nuestras ideas disminuye, su preeminencia decae cuando se los parodia o se les resta importancia, del mismo modo que al teatralizar las identidades sexuales y de género, al mostrarlas como roles en vez de esencias, al tratarlas como papeles sociales, en vez de identidades naturales, quedan subvertidas y privadas de su pretensión de seriedad y autenticidad, del derecho que tienen a nuestra sumisión moral, estética y erótica.
En tal sentido, el orgullo gay es incompatible con una identidad definida por el fallo, la decepción o la derrota.
Los deportes se conciben como acción, consolidan y refuerzan la identidad de género masculino. De ahí que sea socialmente incómodo que lo practiquen las mujeres. Lo mismo pasa con la acción política. En vez de llevar a cabo una hazaña, tienen que representar un papel. Carecen de la dignidad de la épica masculina de los deportistas o los políticos. En las dos escenas de películas de culto gay ya referidas que Halperin trabaja largamente, se trata de mujeres que pierden los estribos, desbordadas por las pasiones y las emociones exaltadas. No es casualidad el culto gay a la exageración emocional femenina.
Se relaciona con la impotencia. Quien tiene autoridad no necesita gritar ni vociferar para obtener lo que quiere. Esto marca las líneas de la política de las emociones que los gays comparten con las mujeres y otros grupos subordinados cuyos deseos no tienen peso. También podría leerse al revés: ver en esas escenas de películas el poder de la rebeldía, de la furia de la feminidad. Las divas son mujeres caricaturizadas pero no carecen de poder y autoridad. Puede que la feminidad carezca de trascendencia social, pero no le falta pasión ni autoridad.
En vez de subvertir la feminidad convencional, las divas adquieren poder a través de su exhibición exagerada, excesiva, hiperbólica. Mildred Pierce presenta ese tipo de ferocidad. Pero los conflictos entre mujeres no son serios. Son excesivos, histriónicos y exagerados. No son completamente dignos. La histeria es femenina, puesto que evidencia la impotencia.
El sufrimiento indigno es patético. Tomarse el sentimiento patético en serio es caer en el melodrama, en lo vulgar. La feminidad es trivial. La feminidad representa papeles. Es la falsedad, la falta de seriedad. El estilo es femenino, es frívolo y de apariencia. Las mujeres figuran Entonces, no por casualidad en ambas películas analizadas por Halperin se trata de conflictos entre madres e hijas. Si la confrontación fuera entre padres e hijos varones la recepción sería diferente.
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Las diferencias culturales serían categóricas, porque se trataría de los grandes argumentos de la cultura occidental, de la literatura europea: los argumentos de la sublime tragedia. Nótese que Halperin se refiere a los argumentos de la tragedia, no a la participación mayor o menor de personajes masculinos o femeninos.
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Pero en los argumentos de la tragedia se trata de otra cosa, de la sucesión del poder, del reino y del linaje, un territorio codificado en nuestra cultura como exclusivamente masculino, y por lo tanto serio, digno, trascendente, elevado, verdadero, sustancial. Resultaría letal para ella. La aristocracia provee a los desamparados de una identidad simbólica. Es una figura, una pose. El melodrama es, por lo tanto, una tragedia fallida, es el género de la clase media y de las mujeres.
Puede ser serio pero no es trascendente. La cultura gay, que caracterizamos mediante la apropiación de melodramas femeninos como Alma en suplicio , se puede considerar una respuesta instintiva a este sistema y una estrategia de resistencia frente a los valores que aquel considera sagrados. En eso consiste el melodrama como estilo gay. Para aquellos que aspiran a la dignidad de la seriedad, el que su teatralidad quede en evidencia supone un fracaso de la autentificación, una pérdida de aprobación. Confirma el ser como representación de un papel. Deconstruye su seriedad.
Es un antídoto contra el romanticismo, un antídoto que nos recuerda que las emociones son en buena medida artificiales, convencionales, y que la autenticidad es solo una representación. Pero el camp se rebela frente a un sentimiento al que sabe que no puede derrotar.
La sabiduría suprema consiste en experimentar el propio amor como un melodrama de forma consciente, comprendiendo aunque no necesariamente de forma explícita que el melodrama es tanto un género de discurso literario venido a menos, como un género de expresión emocional devaluado: un estilo menospreciado, feminizado, risible y trivial, de expresar sentimientos.
La sensibilidad camp es el resultado del conocimiento del amor, es una manera de soportar mejor la erotopatía. La función histórica de la cultura gay ha sido y su tarea política sigue siendo forjar una perspectiva irónica de las escenas de representación obligada, impuesta y socialmente aceptada; desmotar las identidades sociales supuestamente verdaderas y devolverlas a su estado de papeles representados, de forma voluntaria o inconsciente.